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La centenaria que revolucionó la enseñanza de las matemáticas
La prestigiosa profesora cambió la forma en que se imparte esta materia
La comunidad matemática le rinde homenaje por su labor divulgadora
La matemática italiana Emma Castelnuovo, en su casa de Roma.NICOLETTA LANCIANO
El edificio situado en el número 14 de Lungotevere Sanzio,
en el corazón del barrio romano de Trastevere, alberga una escuela
infantil israelí. Un coche de policía estacionado frente a la puerta
custodia este lugar que hace 70 años, durante el fascismo, se convirtió
en uno de los centros de la resistencia judía. La prestigiosa matemática
y divulgadora Emma Castelnuovo (Roma, 1913), que recientemente ha
cumplido 100 años, fue una de las profesoras que entre 1939 y 1943
impartió clases a los estudiantes que habían sido excluidos de la
escuela pública en virtud de las leyes raciales que Mussolini impuso
para que «la raza impura no contaminara a la raza aria».
Unas normas discriminatorias que ella sufrió en primera
persona. En 1938, dos años después de licenciarse en la Universidad de
Roma, fue desposeída de la plaza de profesora de secundaria que acababa
de conseguir. De modo que inició su carrera enseñando en las escuelas creadas específicamente para niños judíos y, en 1944, tras la invasión alemana, impartiendo clases clandestinas.
Emma Castelnuovo (d) con la también profesora de matemáticas Lina Mancini (I), en 1972RAIMONDO BOLLETTA
Entre sus maestros figuran dos prestigiosos matemáticos: su
tío, Federico Enriques, y su padre, Guido Castelnuovo, fundador de la
Escuela Italiana de Geometría y organizador de la universidad
clandestina, que permitió a los judíos proseguir con sus estudios
durante los años en que tuvieron vetado el acceso a la universidad.
Con la liberación de Italia, en 1945, Emma recuperó su plaza de profesora
y se dedicó de lleno a la enseñanza de las matemáticas, que pronto
revolucionó con sus innovadores métodos. «Ella piensa que las
matemáticas pueden ser un lenguaje para todo y enseguida se dio cuenta
de que los libros de texto no eran adecuados. Eran demasiado abstractos.
Siempre subrayó la necesidad de que el proceso de aprendizaje fuera de
lo concreto a lo abstracto. A los alumnos había que presentarles primero
los hechos y, después, las teorías que los explican, favoreciendo una
aproximación experimental a las matemática», resume Nicoletta Lanciano,
profesora de la Universidad La Sapienza de Roma, discípula y amiga de
Castelnuovo. Ella fue la que le enseñó a enseñar, pues cuando era una
veinteañera pasó tres años como oyente en sus clases. De su tío Enriques había aprendido la importancia de «saber ver» pero para Emma también era muy importante usar las manos:
«Tenía un armario lleno de objetos absurdos que usaba en sus clases,
como un biberón para mostrar un cilindro. Era una época pobre y todo se
aprovechaba. Sus alumnos siempre miraban lo que tenía en las manos.
También había momentos de gran silencio y concentración. Recuerdo que muchos alumnos le daban las gracias cuando se marchaban».
Arquímedes y Galileo
Matemáticas en la realidad, Emmatematica...Sobre
la mesa de su piso romano, cercano a Piazza Sempione, Lanciano ha
colocado algunas de las obras emblemáticas en las que Castelnuovo plasmó
la metodología que empleaba con sus alumnos de entre 11 y 14 años, pues por su propio deseo siempre dio clase a los estudiantes de esa franja de edad.
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