Maandag 14 Oktober 2013

                                   SINDICATO SOLIDARIDAD 


 
En 1980 importantes cambios políticos y sociales abrieron un nuevo capítulo en la historia polaca de la posguerra, motivados por una grave crisis económica y una toma de conciencia colectiva en el seno de la clase trabajadora. El cambio más significativo fue la sustitución del primer ministro Piotr Jaroszewick, que renunció a su cargo el 15 de febrero, por Edward Babiuch, un íntimo colaborador de Gierek. El origen mismo del conflicto rebasa muy pronto el carácter puramente laboral y económico. Tras una serie de huelgas locales, la crisis social se agudizó en julio al decretar el primer ministro Edward Babiuch al aumento del precio de la carne: el Estado no podía mantener sus subsidios debido a una deuda exterior alarmante, consecuencia del fracaso de su programa de industrialización, de la escasez de la producción agrícola, del aumento del precio del petróleo, de la repercusión de la crisis del mundo occidental en las exportaciones polacas. El verano de 1980 marcará la fecha de una etapa decisiva en la lucha por su emancipación no sólo para el pueblo polaco, sino también para los pueblos de los demás países del bloque soviético. En agosto, cerca de un millón de personas se hallaban en huelga y el país sumido en la bancarrota. Los astilleros de Gdansk se convirtieron en el centro de las reivindicaciones obreras bajo el liderazgo de Lech Walesa, obrero de los Astilleros Lenin y líder incontestable del movimiento huelguístico. Pese a serias advertencias del gobierno, Gierek demostró cierta flexibilidad y el 31 de agosto accedió a la mayoría de las reivindicaciones obreras: aumento de salarios, congelación de precios, derecho de huelga, libertad sindical, etc. pero el Kremlin consideró excesivas las concesiones que amenazaban la hegemonía del partido comunista. El 6 de septiembre Gierek era sustituido por Stanislaw Kania, bajo pretexto de un achaque cardiaco. Pero Kania mantuvo los acuerdos firmados con Lech Walesa en un primer momento. Anteriormente, el 24 de agosto, ya había caído el presidente del Consejo de Ministros, Babiuch, quien fue reemplazado por Jozef Pinkowski. Pero el acontecimiento de mayor trascendencia se produjo el 22 de septiembre al constituirse en Gdansk el sindicato Solidarnosc (Solidaridad), que contaba con el apoyo directo de la iglesia y la dirección del sindicalista católico Lech Walesa. Por primera vez un movimiento directamente obrero y con reivindicaciones salariales y laborales se alzaba frente a un régimen comunista.
La situación económica y social de Polonia se venía deteriorando desde mucho tiempo antes, pese a su capacidad industrial y sus riquezas naturales. La crisis del petróleo había repercutido también en Polonia y producido el aumento de su ya grave deuda exterior. Había aparecido el paro obrero (210.000 desempleados en una población total de 35 millones de habitantes, a finales de 1979) y la escasez de productos alimenticios y de primera necesidad. Los cambios de nombres en la dirección del Gobierno y del Partido Obrero Unificado Polaco (partido único, de inmensa mayoría comunista) a principios de 1980 no resolvieron los problemas. Comenzaron a registrarse huelgas y manifestaciones de protesta con carácter creciente. Edward Gierek, secretario general del partido, fue confirmado en su cargo en el VIII Congreso, pero el presidente del Gobierno, Jaroszewicz, obligado a dimitir, se vio sustituido por Edward Babiuch (18 de febrero de 1980), pero éste duraría poco en estas funciones, dando paso a Jozef Pinkowski (24 de agosto de 1980); el propio Gierek tuvo que ceder su puesto, después de haber sufrido un infarto, para ser sustituido por Stanislaw Kania (5 de septiembre de 1980). Ascendía, en cambio, la figura del jefe de la oposición, Lech Walesa, cuyo centro de actuación era la ciudad de Gdansk (antes Danzig), importante puerto y centro industrial donde las huelgas fueron en continuo crecimiento, irradiando a todo el país.
Simultáneamente, la iglesia católica, cuyo primado era el cardenal Stefan Wyszynski, en continuo contacto con el Papa Juan Pablo II, que antes había sido arzobispo de Krákow (Cracovia) y había visitado Polonia en junio de 1979, mantenía una actitud en dos vertientes: una, aconsejar prudencia y moderación, por el riesgo de violencia o invasión soviética que podría yugular el progreso sindical definitivamente; otra, reclamar continuamente de los Poderes medidas de libertad y respeto a los derechos humanos y extender su protección a los huelguistas y sus líderes. La mayor parte de las huelgas y movimientos de protesta se acompañaban de cánticos y símbolos religiosos. Entre los importantes cambios que se produjeron en los altos cargos oficiales, destacó el nombramiento, por primera vez, de un líder católico al puesto de viceprimer ministro.
El viceprimer ministro, Mieczyslaw Jaglieski, y el jefe de la oposición, Walesa, firmaron un acuerdo de 21 puntos donde se consignaban las reivindicaciones principales del movimiento obrero. En cumplimiento de ese acuerdo se liberaron numerosos detenidos políticos y se abrió un plazo para la legalización de los sindicatos independientes ante el Tribunal de Varsovia: todos ellos se unificaron en el movimiento "Solidaridad" (NSZZ, Sindicato Profesional Independiente Autogestionario), el 22 de septiembre de 1980. El gobierno fue ampliamente renovado, y Kania mantuvo conversaciones con el cardenal Wyszynski (21 de octubre de 1980), quien inmediatamente fue a Roma para consultar la situación con el Papa. El Sindicato Solidaridad fue reconocido por el Tribunal de Varsovia (24 de octubre de 1980), pero indicando que debía reconocer el papel dirigente del POUP y las alianzas internacionales de Polonia (es decir, el régimen comunista y la dependencia ante la URSS). Pocos días más tarde convocaba una huelga general de 24 horas como protesta por incumplimiento, por parte del Gobierno, de los acuerdos de 31 de agosto: aumento inadecuado de salarios, e interferencias en la labor del sindicato libre. Solidaridad interpuso un recurso y advirtió que, de no ser éste aceptado, habría una ola de huelgas. Kania, que había hecho una breve visita a Moscú, advirtió que había "signos de anarquía" en el país y denunció "la manipulación del arma de la huelga". La Conferencia Episcopal (11 de diciembre de 1980) insistió en advertir a todos que no debían "emprender actividades que puedan situar a la patria en una situación de amenaza a su libertad y a su entidad nacional". Los hechos darían la razón a Solidarnosc: el 10 de noviembre el Tribunal Superior de Justicia anuló la decisión del Tribunal local de Varsovia que había registrado el sindicato bajo una cláusula de sumisión al control del partido comunista. La fórmula de compromiso fue la introducción de la cláusula en un anexo a los estatutos de la organización.

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