SINDICATO SOLIDARIDAD
En 1980 importantes cambios políticos y sociales abrieron un nuevo
capítulo en la historia polaca de la posguerra, motivados por una grave
crisis económica y una toma de conciencia colectiva en el seno de la
clase trabajadora. El cambio más significativo fue la sustitución del
primer ministro Piotr Jaroszewick, que renunció a su cargo el 15 de
febrero, por Edward Babiuch, un íntimo colaborador de Gierek. El origen
mismo del conflicto rebasa muy pronto el carácter puramente laboral y
económico. Tras una serie de huelgas locales, la crisis social se
agudizó en julio al decretar el primer ministro Edward Babiuch al
aumento del precio de la carne: el Estado no podía mantener sus
subsidios debido a una deuda exterior alarmante, consecuencia del
fracaso de su programa de industrialización, de la escasez de la
producción agrícola, del aumento del precio del petróleo, de la
repercusión de la crisis del mundo occidental en las exportaciones
polacas. El verano de 1980 marcará la fecha de una etapa decisiva en la
lucha por su emancipación no sólo para el pueblo polaco, sino también
para los pueblos de los demás países del bloque soviético. En agosto,
cerca de un millón de personas se hallaban en huelga y el país sumido en
la bancarrota. Los astilleros de Gdansk se convirtieron en el centro de
las reivindicaciones obreras bajo el liderazgo de Lech Walesa, obrero
de los Astilleros Lenin y líder incontestable del movimiento
huelguístico. Pese a serias advertencias del gobierno, Gierek demostró
cierta flexibilidad y el 31 de agosto accedió a la mayoría de las
reivindicaciones obreras: aumento de salarios, congelación de precios,
derecho de huelga, libertad sindical, etc. pero el Kremlin consideró
excesivas las concesiones que amenazaban la hegemonía del partido
comunista. El 6 de septiembre Gierek era sustituido por Stanislaw Kania,
bajo pretexto de un achaque cardiaco. Pero Kania mantuvo los acuerdos
firmados con Lech Walesa en un primer momento. Anteriormente, el 24 de
agosto, ya había caído el presidente del Consejo de Ministros, Babiuch,
quien fue reemplazado por Jozef Pinkowski. Pero el acontecimiento de
mayor trascendencia se produjo el 22 de septiembre al constituirse en
Gdansk el sindicato Solidarnosc (Solidaridad), que contaba con el apoyo
directo de la iglesia y la dirección del sindicalista católico Lech
Walesa. Por primera vez un movimiento directamente obrero y con
reivindicaciones salariales y laborales se alzaba frente a un régimen
comunista.
La situación económica y social de Polonia se venía
deteriorando desde mucho tiempo antes, pese a su capacidad industrial y
sus riquezas naturales. La crisis del petróleo había repercutido también
en Polonia y producido el aumento de su ya grave deuda exterior. Había
aparecido el paro obrero (210.000 desempleados en una población total de
35 millones de habitantes, a finales de 1979) y la escasez de productos
alimenticios y de primera necesidad. Los cambios de nombres en la
dirección del Gobierno y del Partido Obrero Unificado Polaco (partido
único, de inmensa mayoría comunista) a principios de 1980 no resolvieron
los problemas. Comenzaron a registrarse huelgas y manifestaciones de
protesta con carácter creciente. Edward Gierek, secretario general del
partido, fue confirmado en su cargo en el VIII Congreso, pero el
presidente del Gobierno, Jaroszewicz, obligado a dimitir, se vio
sustituido por Edward Babiuch (18 de febrero de 1980), pero éste duraría
poco en estas funciones, dando paso a Jozef Pinkowski (24 de agosto de
1980); el propio Gierek tuvo que ceder su puesto, después de haber
sufrido un infarto, para ser sustituido por Stanislaw Kania (5 de
septiembre de 1980). Ascendía, en cambio, la figura del jefe de la
oposición, Lech Walesa, cuyo centro de actuación era la ciudad de Gdansk
(antes Danzig), importante puerto y centro industrial donde las huelgas
fueron en continuo crecimiento, irradiando a todo el país.
Simultáneamente,
la iglesia católica, cuyo primado era el cardenal Stefan Wyszynski, en
continuo contacto con el Papa Juan Pablo II, que antes había sido
arzobispo de Krákow (Cracovia) y había visitado Polonia en junio de
1979, mantenía una actitud en dos vertientes: una, aconsejar prudencia y
moderación, por el riesgo de violencia o invasión soviética que podría
yugular el progreso sindical definitivamente; otra, reclamar
continuamente de los Poderes medidas de libertad y respeto a los
derechos humanos y extender su protección a los huelguistas y sus
líderes. La mayor parte de las huelgas y movimientos de protesta se
acompañaban de cánticos y símbolos religiosos. Entre los importantes
cambios que se produjeron en los altos cargos oficiales, destacó el
nombramiento, por primera vez, de un líder católico al puesto de
viceprimer ministro.
El viceprimer ministro, Mieczyslaw
Jaglieski, y el jefe de la oposición, Walesa, firmaron un acuerdo de 21
puntos donde se consignaban las reivindicaciones principales del
movimiento obrero. En cumplimiento de ese acuerdo se liberaron numerosos
detenidos políticos y se abrió un plazo para la legalización de los
sindicatos independientes ante el Tribunal de Varsovia: todos ellos se
unificaron en el movimiento "Solidaridad" (NSZZ, Sindicato Profesional
Independiente Autogestionario), el 22 de septiembre de 1980. El gobierno
fue ampliamente renovado, y Kania mantuvo conversaciones con el
cardenal Wyszynski (21 de octubre de 1980), quien inmediatamente fue a
Roma para consultar la situación con el Papa. El Sindicato Solidaridad
fue reconocido por el Tribunal de Varsovia (24 de octubre de 1980), pero
indicando que debía reconocer el papel dirigente del POUP y las
alianzas internacionales de Polonia (es decir, el régimen comunista y la
dependencia ante la URSS). Pocos días más tarde convocaba una huelga
general de 24 horas como protesta por incumplimiento, por parte del
Gobierno, de los acuerdos de 31 de agosto: aumento inadecuado de
salarios, e interferencias en la labor del sindicato libre. Solidaridad
interpuso un recurso y advirtió que, de no ser éste aceptado, habría una
ola de huelgas. Kania, que había hecho una breve visita a Moscú,
advirtió que había "signos de anarquía" en el país y denunció "la
manipulación del arma de la huelga". La Conferencia Episcopal (11 de
diciembre de 1980) insistió en advertir a todos que no debían "emprender
actividades que puedan situar a la patria en una situación de amenaza a
su libertad y a su entidad nacional". Los hechos darían la razón a
Solidarnosc: el 10 de noviembre el Tribunal Superior de Justicia anuló
la decisión del Tribunal local de Varsovia que había registrado el
sindicato bajo una cláusula de sumisión al control del partido
comunista. La fórmula de compromiso fue la introducción de la cláusula
en un anexo a los estatutos de la organización.
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