-Condenados a muerte, huérfanos, viudas, hambrientos, exiliados,
hombres y mujeres desesperados escribieron durante casi 40 años miles de
cartas a La Pirenaica, la radio clandestina fundada en Moscú en 1941,
único altavoz de los vencidos de la Guerra Civil. Muchas se perdieron,
fueron interceptadas y no llegaron nunca a su destino. Pero más de
15.500, procedentes de 33 países, quedaron depositadas en el Archivo
Histórico del Partido Comunista de España.
Muchos pasaron por delante sin ver el tesoro. “Nadie le hace mucho
caso, pero quizá te interese ver esto”, le dijo la archivera a Rosario
Fontova, que había acudido al AHPCE buscando otra cosa: cartas escritas
desde la cárcel Modelo de Barcelona para un libro sobre la prisión.
- No quisieron esperar más, y a la muerte de Franco, un grupo de viudas e
hijos de fusilados se lanzaron a la búsqueda y apertura de las fosas
donde los asesinos habían arrojado a sus familiares. En Navarra y La
Rioja, arrodillados en la tierra, sin más herramientas que una pala y
las propias manos, les acompañaban algunos sacerdotes. Sacerdotes como
Victorino Aranguren, Eloy Fernández, Dionisio Lesaca, Vicente Ilzarbe...
que ayudaron a aquellas viudas a desenterrar a sus maridos y que en los
funerales que oficiaban en su memoria pidieron perdón por el
comportamiento de la Iglesia durante la Guerra Civil: “Esta sangre nos
salpicó también”, “si decimos que no hemos pecado, hacemos a Dios
mentiroso”, “desde aquí, yo, sacerdote, aunque pecador, os pido perdón
en nombre de la Iglesia...”.
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