La muestra del artista australiano, cuyas obras realistas se exhiben por primera vez en América del Sur, convocó en su primera semana a miles de personas en la Fundación Proa, en el barrio de La Boca
Su origen profesional fue en el mundo de los efectos especiales para el cine, trabajando para Jim Henson en películas como Labyrinth (donde llegó a interpretar a uno de los personajes, Ludo) o The Dark Crystal. Sin embargo había dado un paso hacia el mundo del arte aprovechando su talento para desarrollar creaciones plásticas con un realismo sorprendente.
Mueck se mudó a Londres para establecer su propia compañía, creando utilería y “animatronics” para la industria de la publicidad. A pesar de ser altamente detallados sus trabajos, eran diseñados para ser fotografiados desde un ángulo muy específico, ocultando así el desorden de la obra vista desde otro ángulo. Mueck con más y más frecuencia deseaba producir esculturas que se vieran perfectas desde cualquier ángulo.
Una semana antes de su inauguración en La Boca, la muestra del escultor australiano Ron Mueck ya se había convertido en blockbuster:
la página web de la Fundación Proa registraba un incremento del 640 por
ciento de visitas. En la semana que lleva abierta, sucedió lo
previsible: sus inquietantes creaciones desbordaron las salas de la
Fundación Proa y convirtieron el estreno en uno de los más convocantes
en sus 15 años de historia.
Está claro el interés que despierta ese desconcertante
juego de escalas, verosimilitudes e introspecciones en la producción de
Mueck, que por primera vez se ve en Buenos Aires.
Las nueve obras -de una producción total de 40- llegaron directamente
de la parisina Fundación Cartier, donde un récord de 300.000 personas
visitaron la muestra. La platea porteña no lo pasó por alto: la fila de
gente en la Vuelta de Rocha habla de la fascinación y el asombro frente a
esa plasticidad perfecta en la construcción de un espejo inquietante de
la existencia, del hombre y su circunstancia.
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